lunes, 12 de octubre de 2015

Indolencia con la caña ¡Nooo!


La próxima zafra impondrá a los azucareros tuneros condiciones de eficiencia muy exigentes. Una de ellas, quizás la más importante para los agricultores, consiste en convertir en azúcar hasta el último trozo de caña.
Por eso y ante la merma que ya se ve venir en la producción, es preciso aprovechar esta etapa para actualizar o pulir las medidas encaminadas a reducir  las perdidas en la cosecha, en virtud de proteger el rendimiento por hectárea y también a los cosecheros, mediante un uso más racional y eficaz de la materia prima disponible.
Durante la recolección se originan pérdidas en el corte mecanizado y manual, en el alza y la transportación hacia el Central y centros de recepción, que ocasionan considerables afectaciones económicas a los productores cañeros y a la economía de los  centrales.
Campaña tras campaña suman miles, quizás decenas de miles, las toneladas de caña que no llegan a los basculadores de los ingenios después de cortadas, por la sencilla razón que se quedan tendidas en los campos,  caminos, centros de recepción y vías férreas.
Pero de esa gran verdad nada se dice. Es más, está por ver en las agendas de los chequeos y reuniones de análisis sobre la marcha de los preparativos de la zafra, un punto que hable de las medidas técnicas y organizativas que es necesario adoptar en la cosecha para rebajar las pérdidas y por su conducto,  condicionar mayor eficiencia en el proceso industrial de extracción del dulce.
Es una batalla que comienza a ganarse a partir de ahora, y en esa dirección, corresponde a la junta directiva de cada unidad productora encabezar la cruzada por el logro de ese objetivo, sobre todo en aquellas que no rebasan las 35 toneladas de caña por hectárea.
No debe esperarse el inicio de contienda para poner al tanto a quienes intervendrán en la recolección mecanizada y manual de la caña de los procedimientos establecidos, para situar las perdidas por debajo del cinco y el tres por ciento fijado como limité permisible para ambos sistemas de corte, así como de los elementos esenciales de la prueba rápida.
La correcta aplicación de las indicaciones, en la cuales se establecen algunos métodos para el control de la calidad en la cosecha, puede contribuir a reducir dichas pérdidas y a crear una disciplina estable y consciente en esta tarea.
Hay que ganar en claridad a cerca de que en el corte mecanizado las pérdidas no sólo son por la mala operación de las combinadas, sino también porque los campos no están preparados para aplicar esa técnica, asuntos en los que debe puntualizarse desde ahora.
No está demás recordar que, en ese frente se considera pérdida en la cosecha los tacones que sobresalgan los dos centímetros, las cañas largas dejadas de picar y los trozos despedidos por las máquinas y los caídos por mala sincronización de los equipos de corte y tiro, mientras que en el manual estas se producen por violar la indicación de trozar a ras de suelo y no dejar caña en el cogollo, así como en los momentos de alzar las pilas.
Por otro lado, el afán por aprovechar al máximo las vasijas disponibles o ganar más por viaje, conllevan a los llamados colmos  en los  camiones y carros de ferrocarriles, reprochable práctica que propicia el desplome de considerable cantidad de trozos de caña, durante su traslado.
Lo peor de todo, es que esas indisciplinas la mayoría de las  veces ocurren en presencia de macheteros, productores, computadores, inspectores de campo, jefes de lotes y hasta de Unidades y no pasa nada, ni la menor exigencia por impedir que se arroje por la borda el fruto alcanzado luego de días, meses y años de mucho esfuerzo y sacrificio.
Son cuestiones a razonar y debatir en las unidades empresariales de base, de manera  que puedan comenzar la zafra en mejores condiciones, tanto desde el punto de vista organizativo como de la disponibilidad de los recursos humanos y materiales necesarios, para recoger los canutos que se caen y realizar las pruebas del cordel cuadrado a la totalidad de los campos que se liberen.
Las Tunas no puede darse el lujo de malgastar un trozo de caña, pues dispone de la cantidad imprescindible para cumplir el plan de azúcar de la próxima zafra. Por ello, es esencial que se aproveche al máximo y, en ese sentido,  la reducción de las pérdidas en la cosecha desempeña un rol esencial, de primer orden.
Ojala y algún día haya alguien, especialista por cierto, que se digne en echarle lápiz al despilfarro de materia prima para saber, a ciencia cierta, cuánta azúcar y divisa la provincia deja de producir y de ingresar a la economía nacional, solo por el concepto de las pérdidas en la cosecha.

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