Resulta
poco probable que en cualquier evento, encuentro y reunión que sostenga la Unión de Jóvenes Comunistas
(UJC) sobre la evolución de la economía nacional, no se hable del aporte que las nuevas generaciones
de cubanos están llamadas a dar en la producción de alimento para la población.
Y
no podía ser de otra manera, porque en esa crucial y decisiva misión, la juventud tunera tiene una formidable
trinchera desde donde contribuir al éxito de la actualización del modelo
económico de cuba que, entre otros objetivos, persigue fortalecer la
alimentación del pueblo a través de un mayor surtido de productos provenientes
del agro.
Es
una de las tareas estratégicas que encausa el país, y la participación de los
jóvenes deviene motor impulsor porque tienen los bríos, la fuerza, el talento y
los conocimientos necesarios.
Sin
embargo, no puede perderse de vista que se trata de una actividad poca
atractiva para los muchachos, razón por la cual la UJC promueve un sinnúmero de
acciones encaminadas a despertar su interés por el cultivo de la tierra.
Pero
los frutos de tal esfuerzo serán mayores, si se cuenta con el apoyo y la comprensión de las familias en la creación
de valores, como el del amor al trabajo, y si las instituciones educacionales
cultivan una mentalidad de productores desde edades tempranas, mediante una
labor vocacional y de formación
profesional, en total sintonía con las prioridades del Estado.
Se
impone, pues, dotar a los jóvenes de todos los elementos posibles que le
permita comprender que la seguridad y soberanía alimentaria que Cuba busca y
necesita, solo es posible si todos ponemos de nuestra parte; los más jóvenes
apoyándose en la sabiduría y experiencia de los más viejos, y estos de la
energía y el ímpetu que acompañan a la fuerza imberbe.
Cada
tunero en condiciones de virarse hacia la tierra, debe conocer que la
producción de alimentos es crucial y vista como un tema de seguridad nacional,
entre otras razones, porque el Gobierno invierte cada año millonarias sumas
para importar entre el 60 y 70 por ciento de lo que consume.
De
modo que en este asunto y en el caso
concreto de Las Tunas, las palabras persuadir, argumentar y razonar no encuentran
reposo alguno en los labios de los dirigentes. Gracias a su efectivo y cotidiano
uso ya suman más de dos mil 600 los
jóvenes, cuyas edades oscila entre los 18 y 35 años, que han recibidos tierras
en usufructo, mientras decenas de otras solicitudes esperan en las oficinas por
su curso legal.
Como
no sentir satisfacción al saber que, entre esa pujante fuerza, existe una vanguardia que ya puede dar
testimonio de que ellos también pueden
convertir marabúzales en tierras productivas y tener éxito en la producción de
alimento.
Tales
son los casos de los jóvenes ganaderos
Yosbel Pacheco Rivero, de la CCS
26 de Julio, de Manatí; Reinier Castellanos Carmona, de las CCS Lino Álvarez,
de Amancio y Alex Yánez Luis Silva, de la
CCS Mártires de Aguacatico, de Puerto
Padre. Todos con sobresalientes resultados en la entrega de leche y carne al
Estado y alegadoras perspectivas en la cosecha de viandas y crianza de aves de
corral para el autoconsumo.
Unos
y otros pueden compartir su experiencia de más de dos años de intenso bregar y
del trabajo duro del campo, pero también de frutos obtenidos que les dan la
certeza de poder asegurar el futuro de
sus hijos y nietos, a través de las producciones agropecuarias.
De
modo que no solo se trata de hacer aportes al Programa Agroalimentario, sino de las
oportunidades que este le ofrece a los jóvenes de practicar el trabajo honrado,
como la fuente suprema y más sagrada de toda riqueza.
Y
aunque se avanza en el papel que le corresponde desempeñar a las nuevas
generaciones en un asunto tan sensible como este, se impone continuar fortaleciendo
la presencia, influencia y el quehacer de la UJC y de los movimientos e iniciativas
juveniles para lograr una mayor
vinculación al campo y dignificar a quienes desempeñan allí su labor.
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