Al sumarle al plan original de frío las mil 124 hectáreas
dejadas de plantarse de caña durante el
primer semestre, ahora los azucareros tuneros enfrentan un programa -siete mil
629 hectáreas- que no tolera pausa alguna, desde el principio hasta el final de
la etapa de frío.
“Estamos obligados a trabajar con la fórmula
de no dejar para mañana lo que podamos hacer hoy, lo cual implica más
organización y exigencia, poner en función de la tarea a todo el personal disponible en las
unidades y aprovechar óptimamente cada litro de combustible”, dijo Danilo Infante Morales, jefe del grupo de
caña en la Empresa Azucarera.
A lo anterior cabe agregar la necesidad,
imperiosa por cierto, de que los hombres y las mujeres del sector en los municipios de Amancio y Colombia acaben
de dar la respuesta que de ellos se espera en la recuperación cañera,
máxime cuando nuevamente fueron los únicos que en la provincia
incumplieron sus respectivos planes de siembra de caña, correspondiente a la
campaña de primavera.
Esa fue la razón de mayor peso que impidió al
territorio ir más allá de las ocho mil 373 hectáreas plantadas de enero a
junio, el 88 por ciento del plan. Y si llegó hasta allí fue gracias al
formidable desempeño de los cañeros de Puerto Padre y Manatí, quienes
sobrecumplieron sus metas en 306 y 100 hectáreas, respectivamente, y a que los de Majibacoa y Jesús Menéndez hicieron lo
suyo.
Sirvan esas observaciones de acicate para
despojar a la actividad de las dificultades que nada tienen que ver con recursos materiales, de manera que todas las
unidades productoras avancen, según las posibilidades objetivas, hasta
concretar sus concernientes metas y la provincia, las cerca de 16 mil hectáreas
que se propuso para el presente
calendario.
Además de ese apremio y la surca, Danilo
significó que los meses de julio y agosto también deben caracterizarse por
grandes resultados en el cultivo y la limpia integral, debido a la notable influencia que estas ejercen en el desarrollo
y crecimiento de las plantaciones cañeras, de cara al estimado que se hace el 30 septiembre para determinar
la materia prima disponible para la
próxima cosecha.
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