Días atrás estaba en una de las colas que se
forman en la Feria Agropecuaria para adquirir productos, cuando desde su
bicicleta un limitado físico-motor pregunto ¿Alguien puede comprarme el pan? Al
instante uno de los más cercanos al mostrador se adelantó y le pidió el bolso y el dinero.
Aunque la solidaria acción es común entre los
cubanos, toda regla tiene sus excepciones, pues para sorpresa mía observe como alguien de los
allí presentes miró al impedido con cara de poco amigos, al tiempo que murmuró una frase, al parecer de
desaprobación por tan humanitario gesto.
Cierto es que las colas impacientan y si
andas apurados mucho más. Sin embargo, ello no puede ser motivo, en modo alguno, para censurar a quienes por sus limitaciones necesitan
del apoyo de los demás para procurarse
los alimentos, recibir otros servicios y
salvar obstáculos atribuidos a las barreras arquitectónicas.
A este segmento de la población, el Estado le
garantiza la plena inserción a la
sociedad, desde todos los puntos de
vistas: humana, espiritual, laboral y formativa. Entonces, hagámosle más fácil
ese proceso de integración siendo más comprensivo y demostrándole en todo momento, un sentimiento de solidaridad
y de respeto.
Además de esos derechos, los limitados físico-motores cuentan con la
debida protección gubernamental.
Constancia de lo anterior es la carta circular emitida en el 2000 por el Ministerio de Comercio y con plena
vigencia, en la que se esbozan las prioridades que se les deben dar a esas personas, a la hora de
solicitar cualquier servicio, en las diferentes unidades.
Consultado al respecto, Rolando Medero
Hernández, presidente de la Asociación Cubana de Limitado Físico-Motores
(Aclifin) en la provincia, valoró de importante el que se conozca la existencia
de ese documento para evitar malos entendidos, incluso entre los
administradores, pues algunos de ellos lo ignoran o hacen caso omiso de sus reglamentaciones, en los momentos de
facilitarle los servicios a las personas
con cierta incapacidad.
De igual forma hay asociados irresponsables
que violan lo establecido, pues al personarse a las unidades no portan el carné
ni piden permiso a los que están en la
cola.
En las ferias dominicales de venta de
producto del agro se han sorprendido a
ciudadanos totalmente sanos portando el carné de impedido y a algunos de estos comprándoles a personas por dinero, razones por las cuales se les ha retirado el
documento oficial a varios de ellos.
Pero más allá de las situaciones subjetivas
que tienen que ver con la conciencia y el corazón, los cerca de cinco mil afiliados de la
Aclifím, afrontan otros obstáculos no
menos preocupantes.
A pesar de las reiteradas peticiones a los
organismos e instituciones para que
eliminen, lo más rapido posible, las barreras arquitectónicas que afectan el
desplazamientos de los discapacitados,
lo cierto es que en Las Tunas, poco se
ha hecho en ese sentido.
Y es lógico que así ocurra, porque según Medero
Hernández, desde hace tres años el plan
elaborado al efecto, todavía espera por el Consejo de la Administración Provincial para su aprobación.
Es verdad que no todo se puede solucionar tan
pronto como uno quisiera, pero ¡tanto tiempo para darle el visto
bueno a un programa tan sensible como el que nos ocupa! ¿Cuánto más habrá que esperar por ese
momento? Vaya usted a saber.
Sirvan estos razonamientos de acicate para que las instituciones y la sociedad,
hagan mucho más por mantener entre los limitados físico-motores ese entusiasmo
por la vida y la voluntad de no dejarse rendir
por situaciones como las aquí descritas, porque el mundo también es suyo,
con las mismas oportunidades que ofrece a todos por igual.
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