viernes, 2 de diciembre de 2016

Tan campechano como yo

Al Héroe del Trabajo de la República de Cuba Domino Urrutia Estrada, lo encontré en su casa sentado en una butaca con la mirada perdida en el  horizonte y el rostro entristecido.
-¿Qué, pensando?- le pregunté.
“Sí, pensaba  en Fidel, en lo mucho que hizo por su pueblo y por tantos desposeídos de la tierra. Trataba de imaginarme que sería de este simple machetero y de los cubanos que como yo solo teníamos por riqueza los dos brazos para trabajar, si Fidel no hubiese hecho la Revolución de 1959. Lo más probable es que muchos ya no existiéramos”.
Confiesa que “en la medianoche del viernes cuando me comunicaron por teléfono la noticia pensé en una jarana de mal gusto, que me estaban corriendo una máquina, pero cuando supe la verdad, quede paralizado, sin aliento. Ya no pude dormir más.
“Sabíamos que el Comandante tenía problemas de salud, que estaba enfermo y que ya pasaba de los 90 años, pero de ahí a la muerte, eso nadie lo esperaba, al menos por ahora”, dice con voz dolida.
“Yo conocí a Fidel en la década del 70, cuando por mi condición de Héroe del Trabajo, la CTC  me invitaba a la tribuna con el Comandante en  los actos por el Primero de Mayo.
 “Recuerdo que en  una de esas ocasiones yo salí de mejor machetero del país y  a los encargados de organizar  el bloque de los azucareros se le ocurrió la idea de  pintar mi rostro en la pancarta principal. Cuando el Jefe vio aquello se viró para donde yo estaba sentado y me dijo: -ven acá, por causalidad tú conoces aquel que está en el cartel-: “Sí, ese soy yo, le dije”,  y se echo a reír.
“Otro momento grato que  guardo de Fidel, fue cuando al entregarle el cheque por un millón de pesos recaudado por los CDR para  las MTT, me puso la mano en el pecho y me expresó, de una manera jocosa: -Oye ya casi no te queda espacio para más medallas-.
“Así de campechano era este gran hombre, que desde muchacho dedico todo su talento y energía a liberar al pueblo del yugo de la tiranía  Batista, a procurar mejores condiciones de vida y de trabajo para todos, a la unidad  y solidaridad con los países latinoamericanos.
“Yo lo lloré y todavía hoy no he podido reponerme del impacto doloroso  de su muerte, pero estoy tranquilo porque la obra que el hizo con tanto amor y sacrificio la mantendremos contra viento y marea. Que nadie se llame a engaño. Esto no tendrá marcha atrás.


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