Al Héroe del Trabajo de la República de Cuba
Domino Urrutia Estrada, lo encontré en su casa sentado en una butaca con la
mirada perdida en el horizonte y el
rostro entristecido.
-¿Qué, pensando?- le pregunté.
“Sí, pensaba en Fidel, en lo mucho que hizo por su pueblo y
por tantos desposeídos de la tierra. Trataba de imaginarme que sería de este
simple machetero y de los cubanos que como yo solo teníamos por riqueza los dos
brazos para trabajar, si Fidel no hubiese hecho la Revolución de 1959. Lo más
probable es que muchos ya no existiéramos”.
Confiesa que “en la medianoche del viernes
cuando me comunicaron por teléfono la noticia pensé en una jarana de mal gusto,
que me estaban corriendo una máquina, pero cuando supe la verdad, quede
paralizado, sin aliento. Ya no pude dormir más.
“Sabíamos que el Comandante tenía problemas
de salud, que estaba enfermo y que ya pasaba de los 90 años, pero de ahí a la
muerte, eso nadie lo esperaba, al menos por ahora”, dice con voz dolida.
“Yo conocí a Fidel en la década del 70,
cuando por mi condición de Héroe del Trabajo, la CTC me invitaba a la tribuna con el Comandante en los actos por el Primero de Mayo.
“Recuerdo
que en una de esas ocasiones yo salí de
mejor machetero del país y a los
encargados de organizar el bloque de los
azucareros se le ocurrió la idea de pintar mi rostro en la pancarta principal.
Cuando el Jefe vio aquello se viró para donde yo estaba sentado y me dijo: -ven
acá, por causalidad tú conoces aquel que está en el cartel-: “Sí, ese soy yo,
le dije”, y se echo a reír.
“Otro momento grato que guardo de Fidel, fue cuando al entregarle el
cheque por un millón de pesos recaudado por los CDR para las MTT, me puso la mano en el pecho y me expresó,
de una manera jocosa: -Oye ya casi no te queda espacio para más medallas-.
“Así de campechano era este gran hombre, que
desde muchacho dedico todo su talento y energía a liberar al pueblo del yugo de
la tiranía Batista, a procurar mejores condiciones
de vida y de trabajo para todos, a la unidad
y solidaridad con los países latinoamericanos.
“Yo lo lloré y todavía hoy no he podido
reponerme del impacto doloroso de su
muerte, pero estoy tranquilo porque la obra que el hizo con tanto amor y sacrificio
la mantendremos contra viento y marea. Que nadie se llame a engaño. Esto no
tendrá marcha atrás.
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