“Si yo fuera tú me buscaría otro frente de
que escribir porque el azúcar cada vez más pierde fuerza, frente al empuje del
turismo y del progresivo prestigio internacional que vienen alcanzado los
servicios médicos cubanos, incluyendo medicamentos como el HEBERPROT-P para la
úlcera del pie del diabético”.
Así me lo sugirió el amigo Ofir, pero con tal
seriedad que algunas de las personas a
nuestro alrededor movieron las cabezas y
esbozaron una sonrisa, en señal de aprobación.
Cierto es que a mediados de la década
del 90 el turismo superó al azúcar, desde antaño el principal sostén de la
economía cubana, como fuente principal de divisas, tendencia que se ha
mantenido hasta el presente, siendo el
2015, año de récord para
el sector del ocio en Cuba, al arribar tres millones 524 mil 779 visitantes,
lo que significó el 17,4 por ciento de crecimiento y un 11 de sobrecumplimiento
del plan.
Aun así, en la batalla que libra el país por la
diversificación de los productos exportables, el azúcar mantiene un lugar
importante, valía que en el caso concreto de Las Tunas, adquiere dimensiones
especiales porque la producción del dulce sigue siendo y lo será, quien sabe
hasta cuando, el corazón de su economía.
De ello debemos estar claros los tuneros y
sobre todo los trabajadores de la Agroindustria Azucarera, en cuyos hombros descansa la histórica responsabilidad de lograr
crecimientos sostenidos en los rendimientos agrícolas por hectárea y cumplir
los planes de producción de azúcar, con eficiencia y bajo costo, tal y como lo
plantean los Lineamientos Económicos
aprobados en el sexto Congreso del Partido.
Es precisamente el sector azucarero el que
mayor incidencia tiene en la producción mercantil del territorio, el que más
riqueza genera para mantener los logros en materia de Salud Pública, Educación, Asistencia Social y
los niveles de vida alcanzados por los tuneros.
Tan hondo ha calado este sector en la vida de
los bateyes que el nacimiento de los mismos está indisolublemente relacionado
con el surgimiento de los centrales, motivo más que suficiente para que sus
moradores sientan como suya tanto la
victorias como los reveces sufridos en el quehacer productivo.
La zafra pasada fue unos de esos amargos
momentos, pues ningunos de los tres centrales pudo cumplir sus respectivos
planes de producción de azúcar, incomoda
posición sobre la cual mucho se ha
reflexionado y adoptado las medidas necesarias,
para impedir que la historia se repita en la campaña que ahora se
prepara.
Al respecto cabe alertar que en el
acápite de las inversiones y
reparaciones todavía queda mucho terreno por andar y escollo que vencer, de
manera que a partir de ahora los paileros, mecánicos, ayudantes, torneros,
operadores de equipos de oxicorte, especialistas y dirigentes deben emplearse a
fondo y dar el máximo de sí para dejar a
la Agroindustria en condiciones de hacer zafra en el mes de octubre.
La etapa que transita es propicia, además, para
puntualizar aspectos relacionados con la capacitación, atención al hombre
y la emulación, vertientes en las que se precisa de iniciativas
creadoras que permitan fortalecer esas direcciones de trabajo, tan útil y
necesaria para elevar el conocimiento, fomentar el sentido de pertenencia, las
motivaciones y robustecer la
combatividad y la certeza de que es posible, con el esfuerzo
de todos, acelerar la recuperación
cañera y azucarera, en una provincia donde ninguna otra producción puede sustituir el
valor del azúcar.
De modo que, aun cuando frente al Turismo ha
perdido jerarquía, del rublo más dulce de la economía nacional habrá que seguir
hablando y escribiendo por tiempo indefinido, tanto más si en los momentos
actuales el país está dedicando cuantiosos esfuerzos y recursos en la
reanimación de su Agroindustria Azucarera.
Solo me resta por decir que la zafra que se
avecina será magnifica oportunidad para que los trabajadores del sector en el
territorio demuestren, con el cumplimiento del plan de producción, cuanta valía
tienen el azúcar para el país y en especial, para Las Tunas.
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